La profesión de actor da para mucho; uno se mete en la piel de tantos personajes que termina por confundirse con ellos y así vemos al Sr. Toledo hacer declaraciones más propias de un político que de un cómico. Fueron muchos quienes utilizaron la popularidad de los escenarios para rotularse un no a la guerra en la americana o en la camiseta, que queda más progre; no hubo quien, tiempo después, dedicase ni un segundo de su valioso tiempo a otras guerras, a otras masacres o a otras desgracias, como terremotos y tsunamis, mientras calificaba directamente de hijos de puta a los periodistas de medios poco afines a lo establecido como políticamente correcto. Ahora nos sale Willy Toledo con una encarnizada defensa del régimen cubano, caracterizado por la absoluta ausencia de democracia en la isla, que sigue siendo el burdel del occidente con el marchamo de la revolución.
A Federico Luppi se le ocurrió un día lo del cordón sanitario y le hizo gracia a Pepiño Blanco, que tampoco anda sobrado de luces; ese detonante fue utilizado como arma política arrojadiza para aislar a diez millones de españoles, como si tanta gente junta pudiese estar en algún momento sola. Después Garzón revivió las dos Españas, por eso de aislar a la oposición y hacer votos, que es lo suyo, y ahora nos sale el individuo en cuestión con la defensa ciega y pijiprogre de un régimen dictatorial. Mal vería yo al actor de marras en medio del Caribe, perseguido por decir lo que piensa, aunque para él no sea más que un delincuente común, se conoce que es bastante frecuente el delito de pensar en un país en el que la actividad cerebral contraria al castrismo está perseguida y castigada.
Al amigo Toledo y a Luppi, solamente les falta irse de copas juntos; lo malo es que el ron cubano se les puede atragantar, y el bife argentino a casi todo el mundo le gusta poco hecho, aunque esta pareja parece preferirlo sangrando.
Las dos caras de la verdad 
Comentarios recientes