Hombre, miren ustedes, qué quieren que les diga; a mi personalmente la primera dama francesa me parece una mujer hermosa, una real hembra, sin connotaciones machistas; en fin, Sarkozy no será la envidia del mundillo político por sus decisiones, pero tal vez lo consiga por su señora, que está requetebién.
El Papa, queramos o no, es mandatario de un estado, el Vaticano, que aunque el reino no sea de este mundo, el territorio y la independencia sí que lo son, sí como las relaciones internacionales; una cosa es la religión y otra bien diferente, la política, y al Sr. Ratzinger le toca llamarse Benedicto XVI en el culto, pero como dirigente, tiene el deber inexcusable de la diplomacia en sus declaraciones, que no parecen haber sido afortunadas.
Los estados son laicos en esta Europa vieja y occidental, repúblicas islámicas en un oriente marcado por la desgracia de las dictaduras desde hace demasiados años, y existe una excepción en el Vaticano, que vive en medio de Roma de modo, cuando menos, un tanto particular. Como estado, le sobran ampliamente las declaraciones contra Carla Bruni, sobre todo porque la esposa de Sarkozy puede posar vestida, o desnuda, o como le de la real gana, hasta ahí podíamos llegar; Dios, su Dios, el de Israel y Abraham que dice la Biblia, creó al hombre a su imagen y semejanza, y supongo que a la mujer también, y no podría nunca avergonzarse de su obra, con ropa, o sin ella. El desnudo no es un insulto, y si vemos con naturalidad a otras razas y pueblos menos afortunados, correr con sus vergüenzas el aire, poco puede extrañarnos que una mujer tan hermosa, y modelo de anterior profesión, haya posado como vino al mundo, sin que ni Dios tenga el derecho de criticar algo tan natural como inocente.
Las dos caras de la verdad 
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