Archivo de 29 de octubre de 2010

Salgado vs. Gómez

image

Dª Elena Salgado es prudente y de la cuerda zapateril; Gómez cambio la pancarta por la cartera, y salió ganando, aunque ahora empieza a gastar el dinero que no tiene y que tampoco le importa. Dice Sarkozy que la quiebra de los estados debe ser asumida por la banca, o sea, que los desmanes que cometen los políticos con el dinero público, con intenciones electoralistas las más de las veces, deben asumirse por parte de ciertas empresas privadas. Bien es verdad que la mayoría participan de un modo u otro, en el apoyo a los partidos, y que después, más pronto que tarde, los favores se pagan, generalmente en metálico o tangible, que viene a ser lo mismo. A Dª Elena no le cuadran los números, pero tampoco le importa mucho porque Jordi Sevilla va a enseñar economía a Zapatero en un par de tardes, y la ministra se siente fija provisional desde que Solbes salió corriendo del despacho. Además la señora vale tanto para un roto como para un descosido, como la Pajín, cuya Sociología la llevó a la cartera de sanidad o Aído que, cansada del flamenco, prefiere siempre una secretaría de Estado, ahora que lo de ministra se desvaneció de la noche a la mañana.

Gómez lleva un ministerio difícil, pero entra con el buen pie de las contradicciones, imprescindible para formar parte de un gabinete con D. José Luis el del talante, y dispuesto a instalarse en el sillón de los embustes, como hace su propio jefe. La reforma laboral está ahí y es dura, pero las cotizaciones son una fuente de ingresos imprescindible para nuestra economía, y de momento, lo único que suben son los gastos. Elena quitará los cuatrocientos euros, que no pasa nada, y Gómez asentirá con complacencia, independientemente de lo que decían los pasquines que se llevó a la manifestación. Más que cosas de la vida son cosas de la política.