Un Tribunal ha concenado a Interviu y otras dos publicaciones, al pago de más de 250.000 euros por el robado de las imágenes de Elsa Pataky mientras realizaba un reportaje para otra publicación, Elle. Curiosamente, mientras quien pagaba el posado fotografiaba a la actriz de espaldas, sus encantos, como quedan patentes en la imagen recuperada de la artista, fueron retratados a distancia, mediante un potente teleobjetivo, por un “freelance” que vendió las imágenes prohibidas a otros medios.
Es difícil, en un personaje público, determinar donde termina tal carácter y se atenta contra la intimidad a la que todo ciudadano tiene derecho. Interviú se benefició más de las fotografías que Elle, quien había contratado a la profesional para retratarla, y eso no está bien, o por lo menos no parece ético. Por otra parte, un cuarto de millón de euros es un precio razonable con relación a la publicidad y venta de la revista que, a buen seguro, obtuvo pingües beneficios del “robo” en cuestión, lo que beneficia al infractor en este caso, como en otros muchos. Pero también es razonable entender que la playa es un espacio público y los teleobjetivos un producto a la venta en establecimientos especializados, de modo que si se pretendía más intimidad en el reportaje, podría haberse llevado a cabo en un estudio. Elsa Pataky, como otros muchos personajes de la prensa amarilla, viven de su imagen, venden sus romances y sus desencuentros y no puede acusarse a quien, sin infringir la ley, obtiene por medios más o menos éticos, imágenes que alcanzan cifras desorbitadas en el mercadeo particular de este curioso mundo.
La sentencia da lugar a la reflexión, pero pensando que cualquiera de las dos decisiones posibles hubiese resultado equivocada. Por desgracia.
Las dos caras de la verdad 
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