Dios los cría… y Sinde critica

No voy a defender nunca a Dragó por el escrito, mucho menos si es verdad lo que en él se comenta, al contrario, merece la reprobación más absoluta, especialmente con los valores que le han de acompañar necesariamente como miembro de esta sociedad occidental.

Pero hay matices que hacen del escándalo visto en algunos políticos, otra suerte de hipocresía o fariseísmo al que estamos acostumbrados. En España, la edad de consentimiento sexual es precisamente, de trece años, la más baja de Europa, sin que gobiernos socialistas o populares modificasen ese extremo, que a uno se le antoja cuando menos, algo precoz. Sinde, un miembro del gobierno que mantiene esa condición, se luce todavía más afirmando que respeta la libertad de los creadores, “pertenezcan a las convicciones políticas del Gobierno socialista o no”, ahí es nada; o sea, es tan progresista que, aún no pensando como ella, puede uno aspirar a ser respetado. Magnificar lo obvio es un peligroso ejercicio de equilibrismo político, especialmente si las declaraciones provienen de los autoerigidos en adalides de la libertad que, las más de las veces, inducen al pensamiento único, o lo que es lo mismo, el recurso al insulto y la descalificación de quienes opinen de modo contrario. El egoísmo en forma de castigo al pueblo de Valladolid por una falta de su alcalde, es otro ejemplo del compromiso y la generosidad de la señora ministra, que en esta ocasión, nos regaló sus perlas dialécticas de valor incalculable.

Un poeta, muerto en Francia, en el exilio, de quien no se pudiera decir que sus ideas políticas eran de derechas; uno de los mejores que hemos tenido, el Sr. Antonio Machado, que dedicó hermosos versos a su fallecida esposa, Dª Leonor, contrajo matrimonio con ella cuando contaba catorce años de edad. ¿Era un pederasta D. Antonio?. Las costumbres de cada país y las leyes cambian y no me escandaliza a mi la boda del ilustre poeta, como tampoco sorprenden las costumbres de ciertas tribus orientales en las que la edad de inicio de las relaciones suele ser significativamente más temprana que en esta vieja Europa.

No justifica todo ello en modo alguno, el comentario contenido en el libro del Sr. Dragó, que personalmente, no es santo de mi devoción. Me sorprende más la dedicación de los medios a un tema menor –menor desde mi punto de vista- tal vez por la connotación política del personaje, así como la hipocresía de algunos críticos, cuyos verdaderos intereses están bastante lejos de lo correcto o incorrecto que contenga el libro de referencia.