Santiago Carrillo


No cabe duda de que la dictadura fue responsable de crímenes políticos en elevadísimo número, y como tal, quien rigió los destinos del país durante cuarenta oscuros años. No era necesario apretar el gatillo para convertirse en asesino, y eso mismo le sucedió a Santiago Carrillo en la turbulenta época de la guerra civil. La participación en los asesinatos de Paracuellos del Jarama, siempre negada por el político gijonés, es tan incuestionable como el cargo que le hacía responsable directo de los mismos en aquel tiempo. Luego, con la llegada de la democracia, se nombraba doctor honoris causa al comunista, mientras se retiraba de madrugada una estatua ecuestre de Franco y Peces Barba discernía entre los buenos y los malos, suponemos que D. Santiago y él se encontrarían lógicamente, entre los primeros.

No es cuestionable el papel de Carrillo en la transición, como tampoco lo es el de Suárez y otros políticos anclados en la derecha tradicional, que facilitaron la pluralidad de ideas y la libertad como base de nuestra convivencia actual. Pero eso no resta importancia a la responsabilidad histórica de un dirigente comunista que tiene las manos manchadas de sangre, de sangre inocente de partidarios de la derecha, de sacerdotes o de intelectuales como Pedro Muñoz Seca, cuyo delito fue no confesarse de izquierdas.

Ha muerto un asesino.

Descanse en paz.

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