Bergen


Bergen ofrece al turista unos otoños e inviernos pésimos, fríos y húmedos, en los que el sol es visitante de excepción en la ciudad noruega. Sin embargo, durante los veranos, un clima más amable llena las calles, plazas y el popular mercado, de turistas, mientras el viejo barrio de casas de madera con tejados a dos aguas, típico de la «Hansa» luce con un atractivo especial. En los restaurantes próximos al puerto se sirve ballena, cocinada de diferentes formas, siendo Noruega uno de los pocos países en los que aún se permite la captura y comercialización de este cetáceo. Otra alternativa, también dentro de la carne, es la de reno, muy frecuente por tales latitudes, incluso más de la cuenta, perturbando la marcha normal de los vehículos en las carreteras, donde al parecer, las reses tienen preferencia. Disfrutar de una cerveza junto al mar puede resultar significativamente más caro que de una estupenda pitanza en un restaurante de lujo en los que, como en todo el país, lo que se grava con muy elevados impuestos, es el alcohol. Bergen ofrece historia y cultura al foráneo, y aunque este no es espacio que pretenda pormenorizar en estos particulares, el museo dedicado a reproducir la vida durante el tiempo en que la ciudad comerciaba dentro de la liga Hanseática, merece ser visitado. Subiendo en un teleférico próximo a la estación, se alcanza una espectacular vista de la ciudad, puerto incluido, en el que recalan no pocos cruceros, además de la línea regular que recorre los fiordos desde Oslo hasta proximidades de Cabo Norte. Merece la pena conocerla. Recuerdo además, que en Bergen fui feliz.

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