Esta bala “autoguiada”, de momento en fase de prototipo, identifica un objetivo designado con un láser gracias a un sensor óptico, y puede cambiar su rumbo sobre la marcha, hasta 30 veces por segundo, para garantizar que impacta en el blanco aunque éste cambie de posición.
Se decía, en El Conde de Montecristo, folletín por entregas clásico, que el hombre pretendía poder crear y destruir como Dios y que, habiendo aprendido ya lo segundo, solamente le restaba lo primero. De esto hace ya algunos siglos y la perfección sigue prefiriendo destruir. El invento le toca ahora a una bala que localiza al enemigo, aunque cambie de posición; ya no vale parapetarse o esquivar el fuego enemigo: La electrónica, implacable, perseguirá a su blando hasta alcanzarlo. Dicen que evitará muertes de civiles, pero en realidad, lo que deberíamos evitar es la muerte, de cualquier ser humano. Con este invento, los francotiradores de todos los países, se frotan las manos, a la vez que se preocupan por la falta de preparación que tendrán sus sucesores, profesionalmente, claro. No será necesario contar con el viento, o calcular la parábola que describe un proyectil en su trayectoria; será suficiente con marcar el objetivo y dejar luego que la técnica haga el resto. Para inventar estas cosas, mejor nos hubiésemos quedado todos en casa, algo habríamos salido ganando.
Las dos caras de la verdad 
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