No es noticia la negativa de la Audiencia de Sevilla a imputar a Griñán y Chaves; la juez Alaya apuntó a lo más alto con un razonamiento aplastante, pero la política ha vuelto a demostrar que no existe separación de poderes y que la justicia no es igual para todos. Hemos asistido en fechas recientes al bochornoso espectáculo de fiscales que justifican la ignorancia de la Infanta Cristina en los asuntos turbios de su marido, comprendiendo que desconociese sus estafas porque las esposas no están al tanto de lo que sus parejas llevan a cabo en el trabajo y sin que hordas de feministas saliesen al paso de semejantes y chapuceras manifestaciones.
Resulta triste comprobar día a día como es cierto que la justicia no es igual para todos. Cuando se trata de imputar a los políticos, sea por uno u otro motivo, sean del color que sean, surgen impedimentos, obstáculos, triquiñuelas legales, vacíos, plazos vencidos, en fin, circunstancias en general que dejan en la impunidad comportamientos vergonzosos de quienes ostentan el poder o están próximos a él. Vuelvo, tristemente, a perder la fe en el sistema, en la política, el poder, la justicia y la sociedad en general. Y la culpa tiene nombres y apellidos.
Las dos caras de la verdad 
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