Archivo de 21 de enero de 2014

Derecho a decidir (II) (dedicado a Paul)

"Antes las armas eran las bayonetas y los fusiles, y hoy lo son la democracia, los votos y las movilizaciones de nuestra población, que son unas armas muy poderosas en las sociedades democráticas".

Semejante desatino en un político, frase rayando la amenaza, debería ser motivo suficiente para que presentase su inmediata dimisión, algo que sucedería con naturalidad en países de más tradición democrática, como el Reino Unido o en Norteamérica; en esta España vieja y cansada, se permite casi todo, desde que el Sr. Mas con una nefasta gestión económica empeñe a su comunidad y a las arcas del Estado en varios miles de millones de euros, para entonar a continuación el España nos roba y volver de sus reuniones con el Presidente del Gobierno, con unos cuantos millones de euros bajo el brazo, hasta que bajo su administración se quemen banderas españolas o se incumplan sistemáticamente las resoluciones judiciales del Tribunal Supremo. Mientras tanto, conspicuos de su partido disponen de generosas cuentas en Suiza con ingresos procedentes de comisiones presuntamente ilegales, y con nombres entre los que suenan anteriores dirigentes de la formación y también familiares de los actuales. Por otro lado, el arma que tiene D. Arturo para alcanzar la independencia de su comunidad, está escrita en la Ley, pero seguir su curso es tedioso y poco atractivo electoralmente, de modo que resulta más rentable, rentable para sus intereses personales y de partido, quiero decir, saltarse la norma y ejercer el victimismo con la cartera llena de la caja común. Muchos catalanes no son separatistas, ni mucho menos; la independencia política y económica que existe en una Comunidad Autónoma española es superior, en la mayoría de aspectos, a la que dispone un Estado de Estados Unidos, por lo que las reivindicaciones del Sr. Mas, suenan un poco a lata. No se trata de ejercitar supuestos derechos, sino de tapar numerosos defectos y alguna corruptela inconfesable, mientras el pueblo amarrado al carro de la miseria, grita el famoso “vivan las cadenas”.