Oriol Pujol


Hijo del expresidente de la Generalidad catalana, define a España como “el agua podrida que nos ahoga”. Ejemplo de que en la democracia moderna los cargos son hereditarios, como en las monarquías totalitarias, porque la capacidad de hacer política se lleva en los genes, como los ojos azules o la diabetes tipo dos, o sea. El delfín catalán dice ahora que no es independentista, en un curioso cambio de discurso propio de quien interpreta la política como el arte de decir hoy lo que va a suceder mañana y explicar luego porqué no ocurrió, y sustenta su idiosincrasia particular en ser mejor, que no diferente, a los demás, de ahí la descalificación, el insulto, la grosería. En cualquier país civilizado, en cualquier democracia centroeuropea, al Sr. Pujol jr., le costaría la carrera política, por la bajeza dialéctica y moral, por el nazismo que encierran sus palabras, entendiendo como mejores a los catalanes por el mero hecho de serlo; también podría haber dicho la raza aria, pero no cuadraría con el color de sus ojos o su aspecto claramente latino. El político catalán nos deleita con sus perlas dialécticas mientras sus enfervorizados seguidores claman contra una España a la que deben todo, en vez de defender una Cataluña mejor. Decía Edmundo Dantés que para ser como Dios, el hombre solo tenía que crear y destruir como él, y que tenía recorrida la mitad del camino por lo que se refiere a la segunda parte. Este mamarracho es un buen ejemplo de ello.

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