Archivo de 25 de febrero de 2014

¿IRPF?

Interrogada Dª Cristina de Borbón sobre haber sido utilizada como escudo fiscal en la empresa que compartía con su esposo, incide en que no lo sabe, pero que reitera «que me sorprende que lo haya dicho, me sorprende que lo haya dicho, porque nunca hubiese aceptado que se me hubiese utilizado como escudo fiscal, nunca«, afirma. «Pero, ¿es usted consciente de que ha podido ser utilizada sin saberlo?», insiste el magistrado. Doña Cristina afirma tajante: «No, ni lo hubiese aceptado, ni me consta, casi me ofende señoría«.

Otra de las perlas encontradas en su amplia declaración, es la relativa a su ignorancia sobre qué es el IRPF y su incapacidad para distinguirlo del impuesto de sociedades.

El Juez Castro está llevando a cabo una instrucción cuando menos, diligente, importándole muy poco la relevancia de los implicados, imputados, acusados o lo que sea, y ofreciéndonos detalles tan elocuentes como el que facilitó la Sra. de Urdangarín, licenciada en Ciencias Políticas y tiene un Máster en relaciones internacionales, de modo que cuesta creer la versión de la Infanta cuando dice ignorar algunos extremos que son de conocimiento popular.

A Dª Cristina la pillaron con las manos en la masa, tal vez porque las miras de D. Iñaki estaban más en el bolsillo que en el corazón de su princesa, y un matrimonio con sangre real, abre puertas tanto como candados y otros recursos naturales para el enriquecimiento discreto que hubiese acompañado al ínclito vasco, de no haberse visto superado por su propia avaricia. Ahora su esposa, de quien no dudo la fidelidad ni el enamoramiento, se ve en el brete de desconocer -o decir que desconoce- tanto los tejemanejes de su esposo, como el elemental concepto del IRPF, que hasta se anuncia en televisión bajo el «slogan» «hacienda somos todos». Todos, menos la Infanta, claro.

No adivino como terminará el calvario particular de la hija mediana del rey, pero no auguro un final feliz, ni en lo personal ni -disculpeseme la rima- en lo procesal. Nadie está por encima de la ley, la monarquía vive sus horas más bajas y es una buena ocasión para recuperar su imagen, pagando el precio de una probable ruptura matrimonial y una renuncia a los derechos sucesorios, al margen de la pena que imponga un Magistrado a la luz de la brillante instrucción que está terminando el juez Castro. Que así sea.


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