La imagen de nuestra entrada de hoy recoge el momento en el que el Sr. Tardá es expulsado del Congreso por negarse a utilizar el castellano, o español, en su alocución política. Pero no pensaba extenderme sobre el comportamiento fascistoide de los nacionalismos aldeanistas, sino simple y llanamente, sobre la imagen en cuestión. D. Joan, o D. Juan, como se llamaría en el resto de España, suele vestir de riguroso negro y no utilizar corbata. La corbata es una prenda de uso habitual entre los políticos y obligatoria en ciertas profesiones; hasta hace poco era imprescindible para los letrados, vestir camisa blanca y corbata negra en los plenarios, existiendo Magistrados que, siguiendo las viejas costumbres, critican otro tipo de indumentaria entre los profesionales del Derecho. La corrección en el vestir es una muestra de respeto hacia en entorno en el que uno se desenvuelve; en las bodas suelen, novios e invitados, lucir sus mejores galas, precisamente por este motivo. Acudir con aspecto desaseado a un bautizo, a la misa del domingo o a la romería del pueblo, estaba mal visto, porque suponía una falta de atención del individuo hacia su entorno. A Joan Tardá parece importarle un comino el Congreso de los Diputados, porque no demuestra tenerle ningún respeto; solo falta que un día no lo reconozca, como hacen los delincuentes etarras ante los Jueces del país que los vio nacer. Al Sr. Tardá le importan dos dídimos sus compañeros, tanto adversarios como correligionarios, el presidente de la sala y hasta el sursum corda, porque su persona se sitúa por encima del bien y del mal y habla en el idioma que le da la real gana, aunque lo expulsen con su vestimenta de progresista trasnochado. La verdad, es que hubiese resultado extremadamente más sencillo no dejarlo entrar.
Las dos caras de la verdad 
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