Lamento disentir de este tal Pla, porque entiendo que la grosería y la falta de respeto no pueden unirse a la cultura. La vida de este ciudadano es posible que sea una puta mierda, pero la mía, y conmigo la de millones de personas, seguro que no lo es, que estamos muy interesados en vivirla y no sabemos nada de sus desgracias, miserias o desarraigos. Una cosa sí que se conoce y es la mala educación de la que hace gala, insultando sin necesidad a quien le da de comer, en este caso, el Teatro Jovellanos de Gijón. Nótese que en las incendiarias declaraciones no presumía de ser catalán, sino del asco que le producía ser español, haciendo buen el comentario tantas veces repetido en este espacio, de que el problema de los aldeanismos independentistas no es la defensa de su propia idiosincrasia, sino denostar todo lo que sea extraño o diferente. Le guste o no a Alberto -el Don no se lo merece- en Asturias no estudiamos catalán y estamos muy orgullosos tanto de ser asturianos, como de que los catalanes sean también españoles, siempre con permiso del Sr. Junqueras, a quien se le otorgó el poder de dispensar nacionalidades a su libre albedrío. Cataluña es una parte inseparable de Europa dentro de España, como no puede ser de otro modo ni histórica ni políticamente; los exaltados que defienden más el ataque a un Estado Central al que consideran hostil, son marionetas del independentismo interesado en ocultar la gestión cuando menos dudosa, del dinero público. Y si no, que se lo pregunten a los Pujol, quienes no creo que gasten un duro en silbatos por defender idea alguna, pero probablemente piensen que tal vez los valga el rudio que ahoga al producido por la corrupción que los rodea.
Las dos caras de la verdad 
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