Pablo Iglesias (VII).


Nuestro recién estrenado líder europeo, ha cosechado aplausos, que están prohibidos, en su primera rueda de prensa en Estrasburgo, con su carismática coleta y su camisa a cuadros, que terminan por conformar un uniforme con más atavismos que los trajes perfectos de Armani. Vende populismo barato y muchos ciudadanos desencantados compran el castigo a los grandes partidos, muchos de cuyos conspicuos son corruptos, más que la ilusión de un seguro desencanto con la utopía infantil que ofrece esta izquierda trasnochada y bolchevique. Me aterra que muchos votantes pretendan, no la victoria de su líder carismático, sino la desgracia común y generalizada de los regímenes que admira el Sr. Iglesias, como el cubano, en el que solo los privilegiados de la casta dominante y poderosa, sufren los placeres del capitalismo que niegan a su afortunada ciudadanía, pletórica de derechos y prebendas. Un peligro.

Por cierto, el automóvil está estacionado en la plaza número 87.

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