Previsible

Lo era todo lo acontecido en la gala del pasado domingo; sin teñirse del color partidista que tuvo en su día el «no a la guerra», parte del espectáculo se convirtió en una suerte de reivindicación progresista que uno echó de menos cuando la administración era socialista y los recortes se encontraban en la línea que se encuentran hoy; se conoce que siempre es más fácil criticar al gallego impasible que a la ceja circunfleja. La Sra. Talegón, sobre quien escribimos en este espacio recientemente, criticó a sus compañeros de formación, socialistas, por manifestar que vivían las necesidades del pueblo que sufre los recortes, mientras se reunían en un hotel de cinco estrellas en Cascais, y creo que tenía razón. Supongo que el conocimiento de la situación que vive la ciudadanía de a pie del que disponen nuestros artistas, es igualmente por referencias, pues mal se puede experimentar la cruda realidad desde establecimientos de lujo, trajes de Armani y el necesario glamour que acompaña a la entrega de las estatuillas.

Concretamente Dª Eva Hache, de reconocido talante progresista, dudo mucho que sufra en sus propias carnes la necesidad, salvo aquella de lo superfluo, que decía Coco Chanel y que consideraba imprescindible una vez cubiertas esas necesidades básicas. Solidarizarse con los niños de Burkina Faso es más fácil que sentir diariamente el hambre, padecer las infecciones en ausencia de medicación para atajarlas y buscar la muerte en pateras hacia un mundo que paradójicamente, supone la posibilidad de supervivencia para muchos de ellos.

Como quiera que la industria del cine sigue estando subvencionada en este país, mejor se dedicaban nuestros artistas a hacer buenas películas, en vez de tostones pseudointelectuales incapaces de llenar las salas. La calidad de las obras no las puede decidir el artista, sino el público al que se dirigen, y en este caso, la opinión de los ciudadanos es bastante diáfana: Prefieren el espectáculo americano, por muy carente que esté de un mensaje profundo, que las metáforas sobre lo humano y lo divino que destilan las obras de nuestros más insignes cineastas. Por desgracia, palpar diariamente la realidad de la vida, está al alcance de la mayoría de nosotros, sin necesidad de que se vea reflejada en el celuloide.