De Bárcenas y adláteres (II)

El problema radica en que todos los partidos critican y luchan contra la corrupción… en el caso del adversario político, pero jamás en el propio. El escándalo de la Sra. Mato es minúsculo si lo comparamos con los diez millones de euros que papá Chaves dio a la empresa de la que su hija era apoderada; diez millones de euros para una empresa de diez trabajadores, lo que supone una generosa subvención para cada prodcutor. D. Manuel, tras colocar a sus hermanos y a su hija, explicó que toda la operación se hizo al amparo de la legislación vigente, escandalizándose de que alguien pudiese pensar en un trato de favor. No es la actitud hacia nuestra joven ministra, que bien pudo haber sido objeto de generosas dádivas por parte de algún admirador entusiasta. Y llegado este punto es donde encontramos el marchamo del progreismo militante: Es él quien establece la línea entre lo ético y lo que no lo es, o los límites de lo políticamente correcto en un juego perverso por el que se califica de fascista o perteneciente a una derecha rancia y casposa por el mero hecho de disentir o de criticar. D. Alfredo Pe punto solo puede atacar con la boca pequeña, porque desde Amy Martin, pasando por el escándalo de los EREs y numerosos asuntos que sonrojarían al político más bragado, se le coloca una viga ante el ojo propio que es imposible pasar desapercibida.