Archivo de 21 de febrero de 2013

Asteroide 2012 DA14

Rozó hace unos días la Tierra; pasar a unos veintiocho mil kilómetros de distancia es poco menos que nada en el Universo, aún particular, que nos rodea. Su colisión hubiese supuesto una liberación de energía superior a la de unos cientos de artefactos nucleares como el que destruyó, hace ya más de sesenta años, la ciudad japonesa de Hiroshima. Un minúsculo punto entre cuerpos celestes en movimiento, puede ser suficiente para borrar de un plumazo a la especia humana de la faz del planeta, como se extinguieron los dinosaurios y con ellos, millones de especies que poblaban entonces la Tierra. Antes de ser conscientes de nuestra mínima importancia, debemos tomar conciencia de que alegrías y pesares de la humanidad, no son sino un efímero soplo en el prolongado devenir del Universo que, en caso de estar vivo, nos miraría con más estupor que curiosidad. Somos demasiado conscientes de nuestra propia existencia y de nuestra importancia, y demasiado poco conscientes de ser naúgrafos en una galaxia para la que el sistema solar representa una minúscula parte de su conjunto. Otro meteorito, en los Urales, hirió a casi mil personas después de desintegrarse en la atmósfera, dejando un rastro de fuego comparable al de las mejores palículas de ciencia ficción. La verdad, como de costumbre, según decía A. C. Clark, será mucho más extraordinaria.


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