Archivo de 8 de junio de 2011

¿Drogas?. No gracias.

El 78% de los jóvenes menores de 18 años consume tabaco o cannabis, o algún otro tipo de sustancia psicoactiva, legal, o no. Durante la adolescencia prefieren el porro; después de la mayoría de edad, se decantan hacia la cocaína, aunque quienes la consumen habitualmente sea un 9,5% de la población estudiada.

Estas cifras resultan espeluznantes, como lo fueron aquellos datos recogidos en Barcelona sobre el contenido en cocaína recogido en los desagües durante los fines de semana; tampoco es aceptable el cambio de ritmo horario al que se someten muchos jóvenes durante los fines de semana. Hace años, la madrugada siempre era la hora de retirarse, después de la cena y de la fiesta; ahora parece que se ha convertido en el momento de iniciar la diversión, siendo la regla encontrar prácticamente vacíos los locales de ambiente a la una o las dos de la madrugada, “porque es demasiado pronto”. Después, en establecimientos con un ruido atronador en los que la conversación resulta prácticamente imposible, se prolonga la velada hasta la mañana siguiente, momento que muchos alcanzan a base del consumo de sustancias estimulantes y otras drogas ilegales.

Quien les escribe conoce las consecuencias de traficar y consumir drogas: Ni los hospitales ni las prisiones son lugares recomendables para nadie. Lo que más recuerdo de una cárcel antigua, es el olor. Las escaleras de madera, las celdas de la planta baja de las galerías, desprendían un hedor peculiar, inconfundible, que aún recuerdo hoy, muchos años después. Los internos no tienen el “glamour” de las noches de farra, del ambiente falso y festivo de las madrugadas de moda. Y eso no es lo peor, que al fin y al cabo, toda prisión tiene una puerta capaz de ser atravesada en dos sentidos; muchas veces, el destino siguiente al de la cama en un hospital, es la piedra fría de la Morgue, cuyos clientes nunca salen por su propio pie.

Al final, las drogas se dividen solamente en dos clases: Legales e ilegales. Todas son capaces de ocasionar un daño irreparable a los consumidores: El alcohol, no por resultar de venta libre en supermercados a mayores de dieciocho años, es menos peligroso; resulta sobradamente conocida la imagen del alcohólico desahuciado en las calles. Igualmente el abuso del tabaco produce enfermedad coronaria y cáncer de pulmón. Las sustancias ilegales, además, llevan a uno a prisión. El precio no merece la pena.


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