Archivo de 12 de junio de 2011

Coli y brotes de soja alemanes

 

Parece ser que la Eschcerichia Coli que sesgó la vida a un puñado de europeos no provenía de pepinos españoles, sino de brotes de soja alemanes, de los que no se sospechaba, por eso de que el cultivo germano es prácticamente estéril. También resultó que la mayoría de fallecidos habían disfrutado los servicios gastronómicos de un restaurante teutón, si es que en ese país se entiende algo de cocina, sobre lo que sostengo serias dudas. El ministro de sanidad germano, cuya fotografía ilustra la entrada de hoy, es portador de una mascarilla protectora de la contaminación, aunque también sería útil para ocultar la vergüenza natural que debe sentir ante tamaña metedura de pata. Igual que los juicios paralelos sufridos por el Sr. Camps, del mismo modo que se condenó a algunos políticos antes de que los magistrados dictaminasen sobre su inocencia, nuestros vecinos europeos culparon al inocuo pepino español de los fallecimientos por E. Coli, y el daño sufrido es prácticamente irreparable. Toca ahora preguntarse si, entre las medidas económicas que nos proponga la Sra. Merkel, está la recuperación y el resarcimiento del deterioro económico producido por su país en nuestra agricultura, que sigue siendo un recurso significativo de nuestras exportaciones. Murieron casi veinte personas, que no son nada comparadas con el número de chiquillos que diariamente pierden la vida por hambre, pero los muertos, eran ciudadanos de Europa, y eso, los hace diferentes. No es lo mismo que sean millones de personas las fallecidas al año en el mundo por ingerir agua contaminada, pero podemos hundir el medio agrícola español por la sospecha de que unos pepinos, cuya manipulación también había podido ser la responsable, hubiesen ocasionado una infección entre habitantes del primer mundo. Tampoco veo a la Sra. Pajín esgrimiendo armas y recursos en favor de nuestra defensa, porque ni sabe ni vale para ello, más allá de vocear consignas contra la derecha carpetovetónica de la que lo único que le preocupa, es que pueda moverle el sillón. Entonces, solo nos queda el derecho al pataleo, y sin desear que Dª Angela adquiera la enfermedad, no vendría mal incrementar el acervo personal de su experiencia, con una simple gastroenteritis inocua pero molesta. Así aprendería para lo que sirve el culo.


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