Archivo de 27 de junio de 2011

Twiter

No soy un experto en redes sociales, más bien al contrario; por edad y otros motivos, hay cosas que no alcanzaré a comprender bien del todo, pero sí admiro la prontitud con la que corren noticias en estos medios, antes que en la prensa escrita, la radio, o los medios digitales. También se canaliza, a través de este sistema, la opinión de una sociedad en la que existe una mayoritaria conexión a internet.

“Ver entrar a los diputados del Parlament en helicópteros y escoltados mientras que los de Bildu lo hacían entre vítores, demuestra que algo falla”; “Dudáis de la valía de Rubalcaba?. Los bancos como culpables de todo y Franco abriendo telediarios”.

La fuerza, la fuerza moral quiero decir, de los indignados, se ve perdida cuando protagonizan actuaciones como las de la pasada semana, impidiendo o molestando el normal desarrollo de la actividad política por parte de los representantes elegidos democráticamente. Si bien es cierto que nuestro sistema ofrece posibilidades enormes de verse mejorado, entre otras cosas mediante la implantación de listas abiertas que pedía este colectivo, y del que fue a hacerse eco precisamente una representante de la derecha española, como Esperanza Aguirre; también es verdad que es la democracia menos mala que tenemos, y que somos nosotros quienes, a través del voto, tendremos la oportunidad de cambiar las cosas. No es desde luego, demócrata ni legal, la presión a la que se somete a nuestros representantes públicos por el mero hecho de serlo: Nadie puede criticar la labor de Gallardón es una legislatura que todavía no ha comenzado, y ello descalifica este supuesto movimiento popular, últimamente politizado por grupúsculos de conocida ideología y escasa implantación social.

Los vítores a Bildu, por otro lado, sí revelan una creciente preocupación social por la integración del terrorismo en las instituciones democráticas, algo de lo que su responsable tiene nombre, aunque solo lo llamemos, por deseo propio, Alfredo. Desde luego, con su parsimonia, su modo de contentar a unos y a otros, y su capacidad para intrigar en política, el cántabro desvió la atención sobre la legalización de una formación política que apoya el terrorismo, pactó con la banda extremos que no conocemos ni de lejos y mantuvo la sonrisa frente a las pretensiones de los populares, dejando la responsabilidad en un poder judicial sabiamente manejado desde el ejecutivo, por más que le pese a Rousseau. No convengo con el protagonismo de Franco en los telediarios, pero sí es cierto que estas dos legislaturas ofrecieron una revisión de la historia a la medida que ocasionó un daño social difícilmente reparable y apoyado por personajes peculiares, como el juez Garzón, empeñado en desenterrar cadáveres de dos tipos. Mientras tanto, nuestros escolares están en la cola de Europa, aunque seamos la cabeza en el paro, o en el elevado interés que tiene la deuda española por la escasa confianza en nuestra economía. Estos extremos, que nos deberían de preocupar más en el día a día que lo sucedido entre 1.936 y 1.939, se olvidan con facilidad cuando el pan se arroja a la grada del circo: Cuatrocientos euros más allá del límite del paro, tres mil por nacimiento y otras dádivas propias del leonés errante. Las vacas flacas son contagiosas, pero eso no lo sacó el Twiter.


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