De las drogas y otras hierbas

Que en España se consume cocaína es de conocimiento popular; situarnos a la cabeza del mismo es una victoria de escasa valía, sobre todo si consideramos que otros informes, el PISA por ejemplo, no nos dejan excesivamente bien parados. Dudosa gloria la de encabezar porcentajes de parados y de consumo de drogas, en vez de producción o número de licenciados, o de habitantes bilingües, y con bilingüe me estoy refiriendo al inglés, y no a idiomas minoritarios. Uno, que ha conocido diversos consumos de sustancias psicótropas por motivos profesionales, asistió el declive de la heroína y su sustitución por la coca y otras sustancias estimulantes. El cambio se debe a la imagen social que ofrecía el heroinómano: Un individuo apartado del sistema y de la sociedad por su adicción, a diferencia del cocainómano, percibido como persona de éxito que consumía más por esnobismo que por otra cosa, pero, en todo caso, plenamente integrado en la sociedad.

La cocaína no produce dependencia física significaiva, pero sí muy importante a nivel psicológico. Al margen de que tanto los propios efectos de la droga como los de las sustancias con las que se adultera, ocasionan muy nocivos efectos para la salud, el comportamiento del adicto cambia significativamente con niveles de agresividad verbal y física, nerviosismo, sudoración y taquicardia absolutamente patológicos. Otras drogas sintéticas, anfetaminas de vida media larga y diversas mezclas, son igualmente peligrosas. De los disociativos y alucinógenos, ni hablamos.

Las drogas se dividen en dos grandes grupos, por encima de consideraciones como duras o blandas, alucinógenas o no, etcétera; se dividen en legales e ilegales. De las primeras solo tenemos dos: Alcohol y tabaco. La moraleja es sencilla y satisfactoria: Tómese usted unas copitas y cuando note que se subren a la cabeza, váyase a casa. Cuando el sueño lo venza a lo largo de la noche, acuéstese. Probablemente quienes prolongan artificlamente se ocio tan particular, estén profundamente equivocados.